Sigue la polémica sobre el maltrato animal

Juan Serna Martín

Desde que se aprobó el texto de la Ley de Protección y Bienestar Animal, la polémica ha tomado una dimensión cada vez mayor. Cazadores y ganaderos se enfrentaron tanto al Gobierno como a las protectoras y a los defensores del bienestar animal, e impusieron que los perros de caza quedaran excluidos de ella; con ello provocaron la división entre distintos sectores del Gobierno, que al final cedió ante el temor de que este poderoso sector les castigara electoralmente.

Aunque muchos cazadores y ganaderos cuiden y traten muy bien a sus perros, deberían ser conscientes de que otros muchos cometen verdaderas barbaridades con ellos que los llevan a diversas formas de maltrato (en cuanto al alojamiento, la alimentación, el transporte, etc.) que pueden acabar en el abandono e incluso en el sacrificio cuando los animales dejan de serles útiles. Hay multitud de pruebas acerca de ello y las protectoras las conocen mejor que nadie, porque a ellas les toca recogerlos, curarlos y cuidarlos (sin contar apenas con los apoyos públicos que deberían tener) hasta que les encuentran una familia adecuada.

En esta emisora he oído un comentario que cargaba contra los ecologistas, que “no tienen ni idea”, ya que no son ellos quienes los adiestran y cuidan. Conozco a la ganadera que arremetía contra ellos y estoy seguro de que ella cuida muy bien a sus perros, tan necesarios para trabajar. Sin embargo, arremeter contra quienes los defienden y luchan por su bienestar es de una torpeza enorme, porque sobran razones para saber y comprobar la crueldad con la que se trata a esos animales en este país y en esta tierra. Tengo a dos veterinarias en mi familia que, aparte de curar y rehabilitar a muchos perros, colaboran cuando pueden con las protectoras. De modo que son muchos los testimonios que tienen sobre la cantidad de desalmados que no deberían ser dueños de ningún perro.

Afortunadamente, España va entrando en la senda de los países sensibles a este asunto, países en los que cierto tipo de delitos encuentran la sanción adecuada e incluso la cárcel cuando la crueldad llega a límites como los que podemos constatar cada día.

No hay que arremeter contra los ecologistas ni contra quienes tratan bien a sus animales, sino contra aquellos desalmados que no saben ver en un perro al mejor amigo del hombre.

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